jueves, 27 de junio de 2013

Apostillas, sensaciones y otras yerbas‏


Por Cecilia Toledo - redactora de Infonews



Desde Caseros y Bernardo Irigoyen a la puerta de Clarín. Y desde allí a Ámbito Financiero. ¿El resultado? La panza vacía, los pies cansados y el corazón contento. Las sensaciones contradicen el saber popular, y la movilización refuta la historia del gremio de prensa.

“Formamos parte de un oficio muy individualista, donde nos hacen creer que lo importante es lo que cada uno logre. Destacan la firma, la foto; pero compañeros somos trabajadores, y tenemos que luchar juntos”, dice uno de los oradores frente a las puertas de Clarín.

Al rato, una señora con un cartel de Noticias Argentinas, me guiña un ojo y sonríe. Más tarde un pelado con mochila y termo, ceba un mate. No sé su nombre, ni dónde vive, ni dónde trabaja. Tampoco se lo puede preguntar. Un cántico a dos silbatos impide todo tipo de conversación. Más adelante otro grupo se ocupa de ordenar las gigantescas letras negras que dejan leer Paritarias de Prensa.

Igual, el nombre del pelado no importa. El asunto es otro: los trabajadores de prensa nos movilizamos en reclamo de un acuerdo salarial justo. Y lo hicimos con banderas, unión y alegría.   

Me animo a hablar de la historia del gremio, pero soy nueva en esto. La primera experiencia que tuve en el
mundo del periodismo no fue la más afortunada: comencé en el Diario Hoy de La Plata. Un pasquín cuya dueña digita a gusto y antojo las condiciones de trabajo. Redactores que facturan, nada de representación gremial ni de asambleas. ¿Los aumentos? cuando a la doña se le antojan.


Así como llevó su tiempo activar la lucha en las redacciones, espero que también sea cuestión de tiempo que el reclamo que sacamos hoy a las calles porteñas, se replique en La Plata, donde en la mayoría de los lugares las condiciones son precarias. Pero paso a paso. Que la lucha se renueva a diario y sólo es posible con el apoyo de los otros. Esos otros que no son ni una firma, ni una foto bonita. Son compañeros y trabajadores. Quizá anónimos, seguro desconocidos. Pero en la calle somos uno.

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